viernes, 4 de diciembre de 2009

Mezquitas y minaretes


Paradojas de la vida, la rica y satisfecha Suiza, que hace gala de su independencia y apertura, vota en referéndum contra la proliferación de minaretes -que no de mezquitas- a lo largo y ancho de sus cantones y ciudades. La Constitución helvética incluirá expresamente la prohibición de levantar estas torres erigidas para la llamada a la oración de los fieles musulmanes, después de que más de un 57% de los participantes en la votación celSebrada la pasada semana se mostrara a favor de dicha medida.
Semanas atrás, en los límites meridionales del continente europeo, en Sevilla, el barrio de San Jerónimo se manifestaba en contra de la construcción de una mezquita. El rechazo de este barrio obrero de la capital andaluza, que acoge a una de las mayores poblaciones inmigrantes de la ciudad, se une al manifestado años atrás por el de los Bermejales, en el que una plataforma nacida al efecto se encargó de protagonizar durante años la lucha y salir, al fin, victoriosa. La pelota de la mezquita de Sevilla pasa de barrio en barrio, de sur a norte de la ciudad, y tiro porque me toca, mientras los promotores de la oposición se escudan repetidamente en el argumento del hastío hacia el Consistorio.
Ni en los Bermejales antes ni en San Jerónimo ahora vimos nunca a los líderes de la protesta contra la mezquita esgrimir razones en contra de la religión musulmana: la causa pública fue siempre un rechazo a lo que los vecinos de los citados barrios consideraban una tomadura de pelo, un desprecio, una falta de atención, el abandono, en suma, de las autoridades a los residentes en esa zona de la ciudad. La construcción de la mezquita -el marrón- como la mayor prueba de que el Ayuntamiento nos toma por el pito del sereno cuando aquí lo que hacen falta son centros deportivos, centros de día, bibliotecas, etc., antes que una mezquita... De la misma forma, tampoco en Suiza los partidarios del sí en el referendum antiminaretes han expresado con claridad un rechazo abierto contra el Islam.
El conocimiento es el mejor antídoto contra los miedos y los recelos, con todas las consecuencias de aspirar a hallar la verdad y la justicia, y poco ayuda al debate en torno a las consecuencias de la proliferación de centros religiosos musulmanes en el Viejo Continente, más necesario que nunca, el hecho de mirar este hecho de soslayo. Como escribe el periodista Arcadi Espada en un reciente artículo, el europeo está en su derecho de no celebrar la llegada de musulmanes a sus países a tenor de muchas de las conclusiones que obtiene de la observación cotidiana de ciertas prácticas de esta religión en el mundo, pero yerra autoengañándose con justificaciones y medias verdades. En fin, imagínense, ésta sí que es gorda, si una prohibición como la que acaban de aprobar los suizos la hubiese aprobado el Ayuntamiento hispalense del siglo XII. Resultaría que ahora mismo no disfrutaríamos del campanario de la Catedral de Santa María de Sevilla. Vamos, que no habría Giralda que valiese para gloria de los orgullosos sevillanos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen artículo una vez más y ¡muy buen razonamiento! Yo me quedé asombrada cuando vi que aquí había tantas iglesias. No sé si las autoridades pondrían trabas cuando se construyeron pero al menos ahora yo no siento miradas de desprecio o desconfianza cuando entro en una; en España todo son recelos cuando acuden a un pobre y destartalado local para hacer sus oraciones... Aunque también es cierto que la amenaza del integrismo está ahí y nosotros con nuestra mala acogida al inmigrante creamos un excelente caldo de cultivo para sus prédicas.