sábado, 12 de enero de 2008

Ya tenemos letra

¡Viva España!
Cantemos todos juntos
con distinta voz
y un solo corazón.

¡Viva España!
Desde los verdes valles
al inmenso mar,
un himno de hermandad.

Ama a la Patria
pues sabe abrazar,
bajo su cielo azul,
pueblos en libertad.

Gloria a los hijos
que a la Historia dan
justicia y grandeza
democracia y paz.


Ya tenemos letra para el himno nacional. La primera reacción, por lo que uno barrunta, no ha sido de entusiasmo entre el personal. Todo el mundo en la calle le pone alguna pega, eso es muy español, y, cómo no, siendo el asunto de las sensibilidades identitarias ibéricas un continuum de la historia de este país de por lo menos los últimos ciento y pico años, estaba claro que no habría consenso fácil entre la clase política. Discrección en el PSOE, desconfianza de tinte electoralista en los populares y el desprecio esperado por parte de IU. Por parte de los nacionalistas, sólo he conocido la respuesta de los de Esquerra Republicana, en boca de Joan Tardà y he advertido la coherencia de siempre: España no es nuestra nación, así que esas cosas les corresponderán por entero a los españoles. No a nosotros.
Al margen de la vía por la que ha llegado a la opinión pública -una filtración al Abc-, lo cierto es que esta letra para la Marcha Granatera o Real se ha dado a conocer de una manera imprevista. Los convocantes, SGAE y COE, no parecen investidos de la autoridad de un comité de sabios o de alguna comisión parlamentaria que tratara de hacer los encajes de bolillos que tejiesen Fraga, Cisneros, Solé-Tura, Herrero, Roca o Pérez Llorca hace treinta años.
Creo que el compás de la composición musical en sí no da para mucho más y que en esas cuatro coplas cabe poca lírica. Siendo este el país en el que más poder político tienen las minorías, el jurado ya ha contado con todas las previsiones del mundo: se evita la voz nación (quizás para aceptar la futura plurinacionalidad de manera oficial del Estado) y las referencias a episodios históricos: Descubrimiento de América, reinados de los Reyes Católicos o Felipe II, 1808, las Cortes de Cádiz, etc. En cambio, entran Patria, Grandeza y España... las más franquistas de las palabras, dirán algunos.
Además, es una letra que está plagada de sustantivos, con muy pocos verbos y, por ende, falto de acción. Es, por ello, un himno estático, que intenta contentar a todos enumerando todas las virtudes públicas posibles: paz, democracia, justicia, etc. Adolece además de una neutralidad cual que que si cambiásemos la palabra España por Burkina Faso no sonaría para nada descabellado. Porque ya me dirán eso de los verdes valles en un país en el cual el 80 por ciento de la superficie tiene un inequívoco color pardo y cuyo porcentaje terrestre con riesgo de desertización supera el 90 por ciento. Su autor es, al parecer, un parado manchego (amplio territorio nacional donde hay pocos verdes valles, por ciento).
Ah: ¿alguien ha pensado si el Rey aceptará la letra y la cantará sin reservas? ¿Se mantendrá en silencio? ¿Sonará como un God save the Queen a la española en presencia del monarca? Por cierto, éste himno, el inglés, que procede de una melodía neoclásica creada por un compositor nacido en el antiguo imperio austro-húngaro y no por el talento de ningún vecino de Sheffield, así como el francés, están cargaditos de violencia. No parecen, como el que conocimos hoy, el preámbulo de una declaración de la ONU. Y son dos de los más sentidos y populares del mundo.
Aquí en Sevilla, la ciudad más aristocrática en formas, ética y estética de España, el himno tiene el éxito asegurado. En la ciudad donde la marcha real cierra pregones y suena cada vez que una imagen religiosa cruza el arco de entrada de un templo, la letra se hará popular muy pronto. Los mismos que hoy me negarán... Los mismos que hoy lo critican, como los que echaban pestes del Metrocentro y de Monteseirín y después le aprueban con un 65 por ciento, lo cantarán a pleno pulmón, como dice que lo va a hacer el simpático diputado Martínez Pujalte.
La del himno es una historia de ésas de las que Gil de Biedma predijo que acabarían mal. Ni con Franco tuvo letra oficial y hoy, cuando en las competiciones deportivas se canta el lololorolo incluso se hace mal. Seguiremos envidiando a los franceses, a los argentinos, a los ingleses y a los alemanes aunque nos aprendamos esta copla de memoria y nos desgañitemos cada vez que España salte al campo e intente meter un gol.

1 comentario:

Johann Gambolpuddy dijo...

Pero esto es de de coña, ¿no?