viernes, 27 de noviembre de 2009

Xauen


Digo Xauen y no Chaouen o Chefchaouen, que parece esta última la más extendida de las formas que designan la bella ciudad colgada de una ladera del Rif, por ser aquella la denominación de la localidad en tiempos del Protectorado español de Marruecos. Probablemente la "x" española se adecúe mejor a lo que aquellos militares españoles entendían de labios de los marroquíes que lo hace la "ch" actual, que, hay que recordarlo, es francesa y no hispana. Salvo en "chaval" o "chorizo" pronunciado por ciertos andaluces. No harían mal en mirar el nomenclátor y pensar en una hipotética modificación del topónimo a tenor de la importante presencia española en la localidad serrana. Efectivamente, viajar por Marruecos supone para un español andaluz como es mi caso, un permanente redescubrimiento de las capas mejor escondidas de los sedimentos de nuestra cultura. Ayer, el director de mercados internacionales de la Oficina Nacional Marroquí de Turismo, Jamal Kilito, me aseguraba que en el imaginario marroquí existen dos emparejamientos urbanos: Granada-Fez y Sevilla-Marrakech. Estoy bastante de acuerdo con él y conveníamos en que un paseo por la impresionante medina de Fez debe asemejarse muchísimo a la vida en la Alcaicería granadina en tiempos de Boabdil.
Puede hablarse, en efecto, de una arabización, bereberización o incluso marroquinización -a cada cual de elegir el término que más le satisfaga- de la cultura española, ocurrida durante el Medioevo, que pervive hasta nuestros días. Gastronómica, paisajística, arquitectónica así como en esa forma tan particular de gestionar el tiempo y de no sucubir -del todo- a los rigores de las prisas y el estrés de la vida postmoderna. Pero, paseando por Chefchaouen se percibe lo contrario: hoy existe una hispanización de su medina. La villa, desde luego, evoca en su arquitectura a los vecinos pueblos blancos de las serranías gaditana y malagueña: Setenil de las Bodegas, Arcos de la Frontera, Ronda, Grazalema, Ubrique, Vejer de la Frontera, etc. En la medina de Chefchaouen todo el mundo habla español y, en los domingos, en las tiendecitas, mucho menos auténticas que las de la cercana Fez, pueden escucharse los ecos de los goles en los carruseles deportivos de las emisoras españolas, que ya pueden sintonizarse en la localidad. Abundan los nombres y las referencias ibéricas -fundamentalmente andaluces- en los negocios hosteleros de la misma: Hotel Andaluz, Pensión La Castellana, Riad Antonio, Hotel Córdoba, etc. Abundan los grupos de turistas españoles, que hacen que nuestra lengua sea mayoritaria en las calles de la villa. Entre ellos, no pocos mochileros españoles y europeos, que bajan al moro al reclamo de la abundancia de hachís -se calcula que en torno a 100.000 personas viven de esta actividad-. Además, los logotipos de la Junta de Andalucía y de la Cooperación Española se extienden por fachadas de las encaladas casas de la medina, que ayudan a restaurar y a adecentar.
Por desgracia, hay que añadir que esta hispanización actual de Chefchaouen va en detrimento de su carácter genuino, ya que parecen haber desaparecido de ella los oficios tradicionales para que sólo puedan encontrarse en ella los habituales objetos de marroquinería que se encuentran de norte a sur del país magrebí. Digamos que la oferta se ha adaptado a la demanda del turista y no al cliente tradicional como ocurre en Fez, Mequinez o en Rabat. Yo diría que es la medina menos marroquí de las que conozco. La prueba de que los influjos entre ambas orillas son y han sido mutuos y, desde luego, no se han detenido en nuestros días.

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