martes, 23 de septiembre de 2008

La lucha antigorrilla y la democracia

Atribuían a Miguel de Unamuno la frase de que el nacionalismo se cura viajando, a la que yo añadiría de forma apócrifa que la indignación puede crecer notablemente llevando a cabo el saludable ejercicio de salir del pueblo de cada uno de cuando en cuando. Entrar en contacto con realidades distintas a la nuestra, sin necesidad de marchar muy lejos, resulta de gran utilidad para apreciar las cosas positivas de nuestra sociedad y también para evidenciar aquellas que aún están lejos de corregirse. El fenómeno gorrilla no tiene parangón. Uno se lo piensa dos veces antes de explicarle el alcance del asunto a algún colega nacido allende los Pirineos.

¿Cómo razonar que en una ciudad como Sevilla, que forma parte desde hace más de veinte años de la Unión Europea, el mayor espacio de bienestar, justicia, libertad y democracia del mundo, se dé cobijo al especimen del gorrilla desde hace al menos dos décadas con total impunidad? ¿Cómo explicar que un grupo de hombres en la plenitud de su edad, drogadictos y alcohólicos, enfermos terminales en algunos casos, se hayan adueñado de ciertas calles de la ciudad a través de la intimidación y ejerciendo la actividad ilegal de la vigilancia de los coches que acaban de ser aparcados. ¿Cómo explicar, sobre todo, la impunidad con que estas personas ejercen la extorsión económica a los vecinos ante la impasibilidad de la Policía y el Ayuntamiento que la dirige? ¿Cómo explicar que la barriada de Bami, la más castigada por el fenómeno, esté presidida por una de las comisarías principales de la Policía Nacional en Sevilla y que sus agentes caminen entre estos gorrillas ajenos al problema sólo porque no tienen supuestas competencias sobre este tipo de delitos? ¿Cómo explicarles que un póker de alcaldes y alcaldables han prometido, paseándose sonrientes por las calles de la barriada en período electoral, la eliminación de esta lacra (Alejandro Rojas Marcos, Soledad Becerril, Alfredo Sánchez Monteseirín, Juan Ignacio Zoido) sin hacer después absolutamente nada?. No toda la culpa descansa sobre las autoridades, aunque en democracia sólo ellos tienen el monopolio de la violencia y a los vecinos no se les puede suponer el heroísmo, sin duda. Pero el movimiento asociativo de Bami en este caso, la agrupación Bami Unido, que así es como se llama, es el ejemplo de una sociedad anestesiada, fenómeno que se generaliza en las sociedades postmodernas y que se acentúa en lugares como nuestra Andalucía.

Las fidelidades partidistas, el hartazgo comprensible y la pasividad han hecho estragos y Bami Unido sólo ha hecho honor a su nombre en período de elecciones municipales. La constancia es una virtud que nunca ha caracterizado a esta asociación. Uno echa en falta una movilización constante, manifestaciones repetidas en las calles de la barriada y en la sede del Consistorio. O ante el domicilio del alcalde o el delegado del ramo, por ejemplo. Ahora parece que el Ayuntamiento de Sevilla ha tenido la grandeza de dignarse a hacer algo en Bami cuando la densidad de gorrillas --y focos de suciedad e incomodidad aparejadas-- es ya, sencillamente, insoportable. En tramos de cincuenta metros, como en la confluencia de Castillo de Constantina y la Plaza de Rafael Salgado, campan a sus anchas hasta tres de estos vigilantes de coches ilegales.

El director del Cecop, Rafael Pérez, estuvo presente en Bami en la tarde del lunes y en la mañana del martes. No sabemos muy bien aún para qué, más allá del gesto simbólico de acercarse a las calles del barrio. Mientras dos coches de la Policía Local permanecían aparcados en la Plaza Rafael Salgado los gorrillas continuaban su actividad ilegal a cien metros de los dos agentes desplazados. Pese a la presencia de las cámaras de TVE, la presencia de vecinos fue mínima: la gente no se lo cree ya. Algunos aún confían en la aplicación de la nueva ordenanza municipal antigorrilla, merced a la cual los agentes tendrán la potestad de requisar el dinero recaudado por estas personas en su actividad ilegal. Parece ser que entrará en vigor en las próximas semanas. Ya no habrá excusa legal, suponemos, desde el día uno de su aplicación. Si el fenómeno persiste habrá que culpar a aquellos que no hacen cumplir la ley. Law enforcement: la aplicación de la ley, la clave de bóveda de la democracia según el mundo anglosajón. Nuestro talón de aquiles.

Sí, amigo Matthew, que naciste en Sidney, colega en Sevilla, he preferido ocultarte todo esto. Hice bien en morderme la lengua y no empezar a contarte nada de este oprobio al que todos hemos contribuido. Creo que hice bien. Porque me da vergüenza, mucha vergüenza.